La fórmula de la barra de labios ha tardado siglos en perfeccionarse.
Si estudiamos el largo recorrido histórico de la barra de labios, la travesía tendría como punto de partida las antiguas tumbas de civilizaciones antiguas, pasando a su vez por sociedades clandestinas que allanaron el camino hacia la total libertad de expresión.
A medida que nos adentramos en el renacimiento de la emancipación de la mujer y la ambigüedad de género se implanta en nuestra sociedad, la legendaria Firma Gucci revoluciona las reglas de la belleza una vez más con este subestimado artículo cosmético como símbolo de la fuerza y la identidad.
Su historia comienza hace 5000 años de la mano de la excéntrica reina de una ciudad sumeria en el actual Irak. Si bien la mayor parte de la narrativa sobre la reina Puabi se ha perdido en las arenas del tiempo, su legado está íntimamente vinculado al primer uso registrado que se hizo del labial en la historia. Junto con sus elaborados tocados, un elemento clave de su atractivo eran sus coloridos labios, los cuales maquillaba con un polvo extraído de piedras rojas y que guardaba en conchas de berberechos.
Al contrario de la creencia popular, la barra de labios ha sido un accesorio unisex durante gran parte de su existencia. La misma Cleopatra fue pionera en el arte del maquillaje para hombres y mujeres en el antiguo Egipto. Combinaba los ojos negros profundamente marcados con unos intensos labios en tonos naranja, magenta y negro azulado. Recipientes con colorantes para los labios elaborados a partir de escarabajos y cochinillas molidos se introducían en las tumbas para acompañar en la vida más allá de la muerte, y fueron descubiertos por expertos arqueólogos miles de años más tarde.
Incluso durante el Imperio Romano, los labiales no entendían de géneros, en especial entre los altos cargos del funcionariado con el fin de denotar su clase social. Moras, pétalos de rosa y los posos del vino se encontraban entre los ingredientes caseros más populares. Sin embargo, con la llegada de los años oscuros a la Europa Occidental, la religión se enfrentó a la cosmética y la Iglesia consideró los labiales como un sacrilegio. En secreto, las élites más mundanas buscaban a alquimistas que crearan su rojo de labios y lo aplicaban mientras ponían en práctica sus conjuros.
Venecia se consideraba muy alejada del resto de la Europa medieval, mientras la alta sociedad se ataviaba con desenfreno con un intenso rosa brillante en los labios, las clases populares preferían tonos rojos más terrosos. Con la llegada del Renacimiento, Inglaterra aceptó con agrado los cosméticos. El rey Eduardo IV bautizó oficialmente sus propias tonalidades de barra de labios como el color "Carne cruda". Al observar obras de arte medieval tardío y renacentista, se revela que son muchos los hombres que se maquillaban los labios.
Se dice que la reina Isabel I inventó el lápiz de labios con una de sus ayudantes de confianza mezclando colores con yeso parisino. La reina inglesa era tan aficionada a llevar barra de labios que creía que podía evitar las enfermedades, y, se dice incluso, que llevaba media pulgada de labial en su lecho de muerte. Esta adoración a la barra de labios y sus misteriosos poderes se convirtieron en una sólida tendencia social, hasta el punto de negociar con ella como sustituta del dinero.
Al otro lado del canal, en la Francia del siglo XVII, cortesanos y cortesanas llevaban abiertamente sus labios pintados en brillantes tonos de rojo inspirándose en el maquillaje que veían en los actores de teatro. Mientras tanto, en el Nuevo Mundo, las mujeres idearon innovadoras fórmulas para llevar sus labios pintados frotando fragmentos de cinta en color rojo en sus bocas y llevando limones que chupaban a lo largo del día.
La llegada de la era victoriana supuso un retroceso, ya que durante sus años de luto, la reina Victoria impuso la prohibición de la barra de labios, justificando además que el maquillaje era deshonesto e inapropiado. Algunas mujeres rebeldes comenzaron a comercializar recetas para hacer maquillaje y a fabricar lápices de labios caseros en círculos clandestinos. Los salones de belleza secretos de la época acomodaban a las señoras escondidas bajo un velo en salas privadas donde podían abastecerse de ingredientes cosméticos.
Debemos la reaparición de la barra de labios a las actrices emergentes de finales del siglo, que introdujeron el maquillaje profesional de los escenarios en la vida diaria. La actriz Sarah Bernhardt provocó un gran escándalo en la década de 1880 cuando se aplicó labial rojo en público. Pronto, las barras de labios, la feminidad y la rebelión comenzaron a converger junto con los movimientos de defensa de los derechos de las mujeres.
Hay que remontarse a la Edad de Oro de Hollywood cuando actrices It girl como Clara Bow y Theda Bara inspiraron a miles de mujeres de todo el mundo a emular sus característicos labios potenciando el arco de cupido. Durante la guerra, la fabricación de barras de labios en Europa se mantuvo bajo mínimos debido al racionamiento. Sin embargo, para los estadounidenses la barra de labios se convirtió en un símbolo indispensable para remontar el enorme esfuerzo de la guerra y se vendía como alegoría del poder de la mujer ante el peligro. Los vestidores de las fábricas estaban llenos de barras de labios y las mujeres del cuerpo de marines tenían un tono oficial, el "Montezuma Red". Incluso hay ejemplos de barras de labios que se camuflaban como prismáticos y que estaban equipadas con linternas de emergencia en caso de apagón. Los años 70 y 80 volvieron a abrir las puertas a la ambigüedad de género dando paso a iconos de la música como Bowie, el rockero glam Lou Reed, Kiss y Mick Jagger. Colores como el púrpura y el negro se convirtieron en los preferidos para expresar el inconformismo.
A medida que nos adentramos en la década de 2020, este emblemático elemento cosmético se está convirtiendo una vez más en un instrumento simbólico del cambio, con la emancipación de la mujer y la fluidez de género como protagonistas. La revolucionaria campaña de labiales de Gucci creada por Alessandro Michele plasma un potente e indispensable mensaje: ha llegado el momento de escapar de la imagen de perfección creada por la sociedad y de amar nuestras imperfecciones.
Escuche este podcast de Gucci en el que la representante de Gucci Beauty, Dani Miller, nos explica cómo la campaña rompe las reglas establecidas sobre la belleza.
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